Es una forma diferente de concebir la medicina, restableciendo el equilibrio químico del organismo, dando la molécula justa en el momento justo.
Antes de hablar específicamente de estos novedosos tratamientos para adelgazar, conviene aclarar primero el concepto de Medicina Orthomolecular. La palabra Orthomolecular significa equilibrio molecular y esta medicina tiene como objetivo reparar el desequilibrio que ocurre en las células.
El Ingeniero Químico Linus Pauling fue quien creó este término en 1968. Galardonado dos veces con el premio Nobel - en 1954 de Química y en 1962 de la Paz-, el Dr. Pauling fue pionero en describir el origen molecular y atómico de las enfermedades. “La Medicina Orthomolecular es una forma diferente de concebir la medicina, restableciendo el equilibrio químico del organismo, dando la molécula justa en el momento justo. Por eso, priorizamos la nutrición como tratamiento “, sostiene la doctora María Alejandra Rodríguez Zía ( M.N: 70787), especialista en la materia.
Los tratamientos de este tipo de medicina son a base de vitaminas, minerales, aminoácidos (ladrillos de las proteínas), ácidos grasos esenciales y enzimas. Los diagnósticos están basados en la bioquímica individual de cada paciente, considerando, además, los elementos que hoy nos intoxican por la polución ambiental, la contaminación del agua y el suelo, las radiaciones, las carencias nutricionales y el stress psicofísico. ” La Medicina Orthomolecular pretende llegar a la causa de la enfermedad y no sólo paliar sus síntomas”, aclara la especialista que además, es la representante legal en nuestro país de los cursos sobre el tema que dicta del doctor Efrain Olszewer, especialista en clínica médica, y pionero en la introducción de la Medicina Orthomolecular en Sudamérica.
Rodríguez Zía explica que los tratamientos pueden ser tanto preventivos como curativos. “Cuando las patologías ya avanzaron en forma silenciosa como la artrosis, la hipertensión, la enfermedad coronaria y cerebrovascular, la pérdida de la memoria, la diabetes e incluso el cáncer; la medicina convencional no ofrece respuestas. La Medicina Orthomolecular llega antes, pudiendo usar micronutrientes para reparar una bioquímica alterada. Al combatir la enfermedad preexistente se puede volver a poner el motor en marcha, sabiendo prevenir futuros desarreglos para mantener la calidad de vida”, afirma la profesional.
Ahora, sí, una vez aclarado el término Orthomolecular, podemos ya hablar de sus implicancias en la alimentación, el metabolismo y la compulsión por la comida. Las causas de la obesidad en el mundo son adquiridas en el 75% de los casos, y sólo el 25% son genéticas. El sedentarismo, la falta de actividad física, y el consumo de comidas chatarra o rápidas nos predisponen a tener sobrepeso, y hoy sabemos que la panza (tejido adiposo intraabdominal) es el origen de muchas enfermedades como la diabetes, los infartos cardíacos y cerebrales, la artrosis, los cálculos de vesícula y hasta algunos cánceres, con décadas de anticipación
¿Por qué tenemos compulsión por las harinas y los dulces?
Desde el punto de vista de la Medicina Orthomolecular, la explicación de las razones que nos llevan a “necesitar” compulsivamente estos alimentos, sería esta: Porque dejamos de comer por mucho tiempo (más de 4 horas). Repasemos las costumbres diarias de muchos de nosotros. Nos levantamos a la mañana y desayunamos muy poco: dos galletas o tostadas (harinas) y alguna infusión. Recordemos que ya veníamos con ocho o diez horas de ayuno de la noche anterior. Salimos a trabajar, la hormona del stress normal, denominada cortisol, sube por la mañana. Si el día fuera muy difícil, aún subirá más y junto con el cortisol aumentará la adrenalina cerebral. El cortisol y la adrenalina harán que podamos correr durante el día porque aumentan mi glucosa en la sangre sacándola del hígado hasta que se agote. Almorzamos rápidamente: un sándwich con un café o una gaseosa. Así, sigue aumentando nuestra glucosa en la sangre y comienza en paralelo, el aumento de la insulina. La insulina es la hormona por excelencia formadora de grasa. Al terminar el día casi no merendamos, y llegamos a casa muy cansados. A las 20 hs, el cortisol y la adrenalina normalmente caen y con ellas también el azúcar de nuestra sangre, pero el hígado ya no tiene reservas. La falta de azúcar en la sangre genera una respuesta del cerebro de compulsión. Este no deja pensar ni decidir la calidad de los alimentos que vamos a comer y lo que más nos pide son harinas y azúcares (arroz, papa, fideos, pan).El stress que pasamos durante el día modificó nuestros neurotransmisores cerebrales. El neurotransmisor más importante para evitar la compulsión es la serotonina. Por ejemplo, si nos falta serotonina nos morimos de ganas de comer chocolate, y así aumenta nuestra panza.
¿Qué pasa si seguimos comiendo y viviendo de esta misma forma?
“En el síndrome de civilización que engloba el supermercado, el delivery, el fastfood, la televisión, la computadora y el auto, nuestro cuerpo tendrá menos masa muscular y más grasa. Con el paso de los años, sin molestias y en forma silenciosa, cada vez que comamos una factura o cualquier dulce, aumentará la insulina, la única hormona productora de grasas. Además, cada vez que nos tensionemos el cortisol y la adrenalina se encargarán de sacar la grasa de los depósitos y hacerla circular desde el abdomen hacia el hígado. Con esto se va formando un hígado graso o ‘esteatosis hepática’. Las grasas libres siguen de largo, llegan al corazón y desde allí, son bombeadas a todo el cuerpo. Estas grasas libres se oxidan rápidamente y se pegan a las arterias, venas y capilares. Recordemos que la grasa es una gran glándula que produce hormonas y sustancias tóxicas, llamadas citoquinas”, relata la doctora.
La especialista explica que este mecanismo por muchos años es invisible, pero según el nivel de sedentarismo y la intensidad con que se aumente de peso, silenciosamente, un adulto puede llegar a tener un infarto agudo cardíaco, un accidente cerebrovascular o incluso una muerte súbita. “Es en esos momentos de gran susto, y estando en terapia intensiva, que la mayoría pensamos en cambiar nuestros hábitos de vida. Lamentablemente, todo conspira para que el síndrome de civilización siga adelante, porque los médicos no estamos formados desde la facultad para enseñarle al paciente a salir de este círculo vicioso, y también somos víctimas del mismo sistema”, sostiene Rodríguez Zía.
La especialista menciona otra enfermedad adquirida por el camino de la compulsión: la diabetes tipo 2, no insulino-dependiente. A ella se llega por décadas de máxima exigencia al páncreas. Este produce excesivas cantidades de insulina hasta que se agota. “Cuando empezamos a notar que orinamos más de noche, tenemos más sed, y ’sorpresivamente’ bajamos de peso, vamos al médico y nos descubren el azúcar alta. Para controlar esta forma de diabetes lo habitual es que se den unas drogas extrañas al organismo, llamadas hipoglucemiantes orales que exigen que el páncreas produzca más insulina, dado que por primera vez hubo falta de ella. Si ya pertenezco al grupo del llamado Síndrome de civilización, estaré gorda o gordo, con panza, sin músculo, con arterias en camino de taparse, diabética/o y con colesterol alto”, resume la doctora.
Dos caminos
Para la doctora María Alejandra Rodríguez Zía hay sólo dos caminos posibles. Seguir con nuestra vida de siempre, porque todavía caminamos, pensamos, trabajamos, y no nos damos cuenta que estamos más lentos, sin fuerza, sin agilidad y, sobre todo, con menos inteligencia. “Esto ocurre porque nuestro cerebro es el órgano más lábil a la falta de oxígeno y también el que más rápidamente se oxida. Según el camino que elijamos nuestras neuronas morirán entre 10.000 a 100.000 por dia. Es una diferencia… La libertad es un derecho y una obligación. Podemos elegir vivir y comer de una manera o de otra. A veces hay que pagar el precio de ser diferentes porque vamos contra la corriente, pero la vida y la salud valen la pena. Someterse no le sirve a nadie; y siempre una rebeldía inteligente apoyada en el conocimiento es muy saludable. La Medicina Orthomolecular viene a dar una vuelta de este círculo vicioso hacia un círculo virtuoso”, concluye la especialista.
Dra. MªAlejandra Rdguez Zia.
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